En mis
tiempos de profesor de primaria, cuando aún era muy joven, vivía en una vereda
hermosa en un pueblo del cesar, se escuchaban muchos cuentos de espantos y brujerías
en aquella pequeña localidad, sin duda hubo uno que atrajo mucho mi atención, pues quien me lo contó, fue un
lugareño muy respetado, por su trabajo y sinceridad en el trato con los demás,
un día domingo, como acostumbraba Salí a visitar temprano una de las fincas cercanas, con buena suerte que en ella se llevaba a cabo
una menuda conversación acerca de
espantos, y el más veterano de todos ellos tomaba la palabra;
— Eso fue un
domingo hace 4 años—,decía en su relato— cuando teníamos un cultivo en “macho solo”, tenía que vender un kilo de
mercancía, en ese tiempo íbamos a la frontera en donde había un comprador, poco
acostumbraba a irme solo por allá y mucho menos a quedarme, pero ese día por
cosas del destino así lo hice, ensillé el
muñeco a las 5:00 de la mañana, según la información el tipo llegaba temprano y así mismo se iba, calcule entonces que a las 7:00 yo debía haber llegado, había dejado al muñeco
comiendo caña el día anterior, para que estuviera brioso en el camino, ese macho es un belleza, Salí con el
lonche que me hizo la señora, unas papas cocidas , arroz, y unos 4 o 5 huevos
cocidos, más un pote de agua panela, eché en una bolsa una panela para darle a
muñeco cuando llegara, porque en estos viajes la hora de salida es segura, pero no la de llegada, un primer suceso llamo mi atención, cerca de
la casa, en un caño que tiene una gran
mata de guadua, vi salir a esa hora un enorme ave de color gris oscuro,
casi negro, caminando despacio hacia el cafetal, hasta el macho paró las orejas
de la impresión, pero como enseguida se perdió en el café, le reste importancia, entonces seguí mi camino, a eso de las 6:30 pasaba por la montaña
de damasco, una montaña espesa y fría, esta vez vi pasar entre los árboles,
entre otras cosas a un gato enorme , de
color muy negro, un enorme gato de montaña, son normales por el lugar pero lo
que me llamó mucho la atención fue su cola de color blanco, blanco como la
nieve, fue lo último que dejaba de ver cuando se perdía en las grandes ramas de
los árboles. A eso de las siete llegué a
mi destino, un pequeño caserío conocido como la frontera. Como era domingo,
estaban vendiendo la carne, en la entrada
y había un resto de gente, se veía esa carne linda, me acerqué al matarife, era
un tipo que no conocía, le pregunté cuántas arrobas tenía el toro que habían
matado, se echó para atrás
sorprendido y me dijo:
—¿cómo sabe
que es un toro, y no una vaca, o una novilla, o un novillo joven?, entonces
yo le dije;
—Hombre, le
puedo decir más o menos hasta
cuanto pesaba—,
—No le creo—,
me dijo, bajé entonces del macho, estire
un poco , estaba engarrotado con solo dos horas en mula, luego lo amarré a un
palo que estaba cerquita, le aflojé la cincha un poco, le quité el freno y lo
dejé un poquito largo para que alcanzara a comer algo de pasto.
—Buenos días—,
les dije a los que allí estaban.
—Buenos días
Don Alejandro—, me contestó un trabajador que me conoció, le di la mano a él y al matarife,
y le dije;
—Entonces ¿si
cree que le puedo decir, cuanto pesaba ese toro o no?—.
—Bueno puede
que sí, pero si lo hace, hombre le brindo una carnecita con yuca para que
desayune, y si no pues usted me brinda
unas cervecita para poder trabajar mejor—.
Me quedé mirando
la pierna que estaba colgando, enterita,
y le dije:
—Solo
necesito un dato, usted verá si me responde o no, ¿esa pierna peso tres arrobas
y media?, no me quiso decir pero agacho la cabeza, entonces hice mi calculo,
sume el peso de las dos piernas, luego supuse el peso de los brazos y de toda la parte de las costillas y le dije: ese
toro peso 16 arrobas, se echó otra vez para atrás sorprendido, y me dijo:
—Bueno al
parecer me encontré con un colega, sabe mucho de ganado porque la verdad peso
un poquito más de 16, pero se ganó un buen pedazo de carne—, Entonces llamó a
un muchachito, le entregó un pedazo de
lomo, para que se lo llevara a la mamá y lo fritara, luego me volvió a dar la mano y me
saludó:
—Mucho gusto
hombre, soy Reinaldo, a sus órdenes, dígame ¿cómo supo que pesaba 16? y me dejo
mas sorprendido al principio cuando supo que era un toro, ¿cómo lo hizo?
—Hay un
detalle que usted olvida—, le dije, y es que allá atrás dejo colgado en el palo
de la cerca los huevos del toro, y a menos que la vaca tenga huevos esos debían
ser de un toro, todos se echaron a reír,
incluyéndonos a nosotros dos.
— ¿y el peso?
—Me dijo.
—Bueno ese si
lo saque calculando el peso de las piernas, supuse que si una pesaba tres y
media, la otra también, los brazos
tienen un poco menos de carne así que le puse seis arrobas a las dos serian
trece, y otras tres arrobas a la parte del costillal y sobre barriga, sumarian dieciséis.
—Me sorprende—,
me dijo.
—Tanto tiempo
comprando ganado al ojo me hizo aprender un poco— le contesté. Le pregunté que
si sabía del comprador de merca, me dijo
que no lo había visto, pero que unos meses atrás había llegado a medio día, así que le pedí permiso para guardar la silla
del mulo , y sin ningún problema me dijo que si, estuvimos hablando, un rato
mientras atendía la carnicería. A eso de las diez se había acabado la carne, me
invito a tomarme unas cervezas y comenzamos a tomar, fuimos pidiendo una y otra,
habíamos como cinco o seis personas
tomando, estaban unos conocidos que también traían una merca de las vegas y así
se hizo medio día.
Cuando el
comprador llegó eran las dos de la tarde,
llegó por la parte de arriba, y no me di cuenta, al notarlo habían cuatro vendedores en la fila, así que tuve que hacer fila y esperar, mientras la pesaban , la probaban ,
negociaban el precio, eso siempre es demorado,
para ir pasando el rato íbamos tomando, al fin mi turno fue a las siete,
estaba bien prendido por las cervezas, eso sí, no tanto para dejarme tumbar, llevaba
un kilo, por el cual me dieron ochocientos mil, un buen precio me pareció. Cuando
ensillé el mulo Reinaldo se acercó con un par de cervezas y me dijo que
me quedara otro rato , que aún era
temprano, y como estaba más de medio, me senté, pedimos una y otra y otra, Salí entonces de la
frontera como a las doce de la noche, menos mal le había dado la panela al muñeco, y había comido bastante
pasto, al ensillarlo y arrancar cogió derechito el camino de regreso, fue muy
rápido, la montaña que había pasado en la mañana, al regreso estaba más oscura y fría, me acordé entonces del gran
gato, trate de asustarme pero enseguida
se me pasó muy rápido, en esa montaña dicen que asustan, pero pasé como si nada, antes de llegar donde
Omar, pasó por mi lado una brisa muy muy fría, que me erizó, me acordé entonces
del gran ave en la mañana, creía que era muy muy raro esa ave, así que me
tensioné un poco, sin embargo seguí y
después del puentecito justo al pasar la guadua, antes del potrero, el resplandor de la luna llena iluminó del
lado izquierdo del camino donde se encuentran los postes de la cerca de manera
clara, a una señora de cabello largo que caminaba por encima saltando de poste en
poste, saltaba con una pierna y caía
sobre la otra con las manos abiertas justo delante de mí, luego del tercer brinco giro despacio la cabeza y me miró, sentí que la cabeza me explotaba, la presencia hizo que el muñeco
saltara por un costado del camino hacia
adelante, de esa noche no recuerdo más
nada hasta el día siguiente, que me dijo Miriam:
—En la
madrugada llegaste al galope en el macho, no sé cómo hiciste para bajarte tan rápido
pero yo sentí el galope del mulo y a los
pocos segundos el golpe en la puerta,
¡tas! Cuando abrí, estabas tirado
en el piso, privado, y el mulo había quedado amarrado al mango.